Espacios Alternativos: Oportunidad y oportunismo

Recientemente tuvo lugar en la Universidad Iberoamericana el ciclo de conferencias titulado: Galerías de Arte Contemporáneo: distintas opciones. Como moderador de una de las cuatro mesas seleccioné el tema que sirve de título a esta columna por considerar indispensable el análisis del trabajo de una serie de galerías que con distinta fortuna y medios se han convertido en canal de difusión y promoción para artistas no conocidos y otros ya establecidos.

El primer punto que creí necesario aclarar fue el de definir lo que es un espacio alternativo pues parece que el término encierra una retórica inexacta. Mónica Mayer, una de las ponentes, matizó el calificativo alternativo al señalar que la galería que ella y su pareja Victor Lerma dirigen (“Pinto mi raya”) es una galería de autor en la que las tareas organizativas recaen sobre todos y cada uno de los artistas que participan en las exposiciones. En el caso de Los Talleres, A.C., José Lever indicó que el término alternativo no se aplica a este espacio desde el momento en que se cae en la cuenta de que la promoción cultural y artística no está enfrentada con lo mercantil.

La mayoría de los espacios manejados por artistas tienen contemplado como un medio de sobrevivencia la venta de obra y el cobro de una comisión, como corresponde a cualquier galería comercial. En cualquier caso es obvio que la noción de lo alternativo como signo de marginalidad o resistencia que se tenía en los ’60 y ’70 ha desaparecido por completo.

En el caso del mercado artístico mexicano lo alternativo está ligado estrechamente a las formas de producción del arte y no siempre a los canales de difusión. El arte efímero, la instalación, el performance son en nuestro medio expresiones que contadas veces se presentan en recintos oficiales o lucrativos y son lo que por contraste con lo establecido se considera alternativo.

El Convento del Desierto de los Leones o el abandonado edificio Balmori se volvieron espacios alternativos cuando albergaron la exposición homenaje a Joseph Beuys o la llamada Toma del Balmori, respectivamente. Podríamos decir que no existe el espacio alternativo per se, sino propuestas estéticas atípicas creadas para lugares específicos.

Milagros Huerta, directora de la galería A Negra, declaró que su trabajo de promotora se mueve entre lo alternativo y lo comercial. En primer lugar porque trabaja exclusivamente con los miembros de una generación –los nacidos en los años 50–, lo que significa seguir una línea específica y coherente, pero a diferencia del trabajo alternativo el objetivo primordial es la promoción del artista a través de las ventas de su trabajo y el sostenimiento de la galería con las ganancias procedentes de las comisiones que cobra a los artistas. Este último aspecto nos sirve para demarcar una característica de la práctica alternativa. Espacios como Los Talleres, El Salón de los Aztecas y La Quiñonera, no dependen de la venta para sostenerse, sino de los subsidios que reciben en forma de donaciones, trabajo voluntario de los artistas y adquisiciones esporádicas de coleccionistas.

Al hablar de oportunidad y oportunismo fijé dos extremos para calificar la labor de estos espacios. Creo que para que un espacio autogestivo constituya una oportunidad para un artista que desea ingresar al mercado, lo primero que debe demostrar es su constancia y coherencia. Estas y una organización definida dan credibilidad y viabilidad a un espacio para convertirse en una alternativa para mostrar temas y formatos diferentes. Desafortunadamente un factor que caracteriza muy a menudo a los espacios alternativos es la ausencia de una organización profesional. En una época neoliberal como la que nos ha tocado vivir, resulta ocioso tratar de alterar con el sistema cuando sólo se trabaja fuera de parámetros existentes. El lema “menos Estado más iniciativa privada” (habría que añadirle iniciativa grupal y gremial) debiera ser válido tanto para el ámbito económico como para el cultural. La organización de un colectivo con reglamento y miembros fijos lleva a profesionalizar el trabajo, y permitiría abrir el campo para otros pudieran sumarse a la alternativa.

Oportunismo sería trabajar permanentemente sin proyecto claro enunciado, trabajar intermitentemente con fines de lucimiento y lucro personales, o trabajar lo mínimo para ganar dinero fácil. Son éstas las actitudes que hay que desterrar de los espacios propositivos para que sean reconocidos por sus frutos.

Al referirse a la selección de la obra y los artistas Guillermo Santamarina, que ha trabajado como curador en varios espacios señaló que el mercado –los coleccionistas- es el principal factor que determina la colocación de un artista en la cúspide del sistema artístico. La crítica y la promoción oficial son factores de segundo orden. No obstante, al referirse a su trabajo indicó que lo primordial para escoger la obra es la capacidad de esta para servir de memoria de una reflexión filosófica. En ese sentido, el curador alternativo no busca la obra por el atractivo que pueda ejercer sobre el posible comprador, sino por su potencial poético y conceptual. “El mercado –señaló- es a fin de cuentas solamente una agenda”.

Finalmente, Aldo Flores, líder del Salón des Aztecas, señaló lo que a su parecer es la contribución más importante de los espacios propositivos al mercado artístico: Estos espacios han venido a aflojar las bisagras de un sistema artístico ensimismado en sus propios juicios y esquemas de promoción. Los espacios manejados por los propios artistas han convocado a la participación de una numerosa generación de artistas que no tenían cabida en los espacios preexistentes. Y, como refilón, han propiciado el conocimiento y convivencia de los artistas entre sí.


Publicado en el Suplemento Sábado del periódico Unomásuno el 23 de febrero de 1991.