El título de la exposición de Humberto del Olmo –Posthispánica- poco nos dice de su trabajo escultórico. Y no es que se trate de encontrar un significado a las esculturas que expone por segunda ocasión (la primera fue en la Quiñonera, colectivo del cual formó parte). Por el contrario, Humberto del Olmo parte de un concepto que podría estar hermanado con algunas ideas estéticas prehispánicas y por ende ahora se siente llamado a utilizar el prefijo post. Pero si el escultor dejara a un lado la preocupación superficial del título, caería en la cuenta de que sus esculturas están tan lejos de ser reducidas al mundo prehispánico como lo están las figuras reclinadas de Henry Moore del Chac Mool maya.
El dilema al que se enfrentan los artistas que emplean las formas y volúmenes para reflexionar sobre un estado de cosas es: poner o no poner títulos a su obra. El problema que abordamos los que escribimos sobre artes plásticas es aún peor porque necesariamente tenemos que verbalizar un discurso formal que no está diseñado para decir o significar algo en el sentido lingüístico.
En el mejor de los casos el artista plástico opta por no dar explicaciones sobre el significado de sus artefactos, en el peor se ve enmarañado cuando tiene que escoger los títulos de sus piezas o de una exposición. Quizá una salida válida sería poner nombres propios a cada obra, sólo así los eternos buscadores de significados y explicaciones caerían en la cuenta de que están ante artefactos tan inescrutables o tan reconocibles como una persona.
Más allá de las implicaciones semánticas que pudiera tener el trabajo de Del Olmo, existe un concepto plástico que sí puede ser analizado sin caer en interpretaciones rebuscadas.
En principio habría que decir que Humberto confunde inconscientemente dos nociones básicas para la escultura, en su trabajo la línea que divide los objetos de las imágenes es muy tenue.
Para los que vemos los resultados de sus ideas, las formas pueden resultar familiares y es posible asociarlas con palabras como: expresividad, mística, fuerza, contraste. Pero las mismas pueden ser aplicadas a un sinnúmero de esculturas y poco nos dicen del proceso que les dio origen.
Muro II bien podría sintetizar su concepto. Se trata de tres placas cuadradas que en el centro ostenta incrustada una raíz de árbol, cuya forma y textura rompe con la pátina de óxido y la superficie del metal. ¿Es posible leer algo en ella? ¿Existe alguna clave que nos permita inferir un simbolismo similar al de la escultura prehispánica?
Las piezas están colocadas contra la pared, por lo que no es posible hablar de una interacción de formas y volúmenes que se modifican de acuerdo a la posición que ocupe el espectador. Son tres piezas monolíticas cuya posición elude considerarlas como representativas de una imagen tridimensional, y por tanto tendremos que atenernos a sus características intrínsecas, es decir a los materiales que las constituyen. Los materiales hablan por sí mismos en un contexto: tienen un origen industrial y, por tanto, el árbol subraya la esencia de su ser: la raíz es solamente materia orgánica.
¿En qué consiste entonces el trabajo del escultor, que tradicionalmente debería tener la capacidad de transformar los materiales para darles expresividad? Las obras de Del Olmo no parecen emocionarles en el sentido expresivo del término, no reflejan la actitud del artista hacia un tema, no son semánticas. Tampoco son analíticas porque no están preocupadas por la estructura de los materiales, su origen o posición en el espacio. Son estáticas como su apariencia inmutable, poco tienen que ver con lo que llamamos vida (movimiento). Están tan muertas como el material que las forma. Esta es la clave que nos puede llevar a comprender el trabajo.
El tema del escultor no es la naturaleza imitada o estructurada sino el material del que está hecha la realidad. Cada pieza desafía la realidad insignificante de la materia. Es entonces cuando la tenue línea entre objeto e imagen desaparece, cuando hierro y madera se funden para abandonar su estado y convertirse en metáfora de la existencia. El concepto podría expresarse verbalmente (con riesgo que implica dar una interpretación unívoca del trabajo) de la manera siguiente: la materia no puede imitar a la realidad porque en sí misma es la realidad y no necesita modificarse para ganar en expresión porque ésta le es consustancial ante los ojos del espectador.
El trabajo de Del Olmo representa la lucha del escultor por lograr una vitalidad auténtica a través de la búsqueda en las cualidades del material y es ésta búsqueda, lo que lo hermana no sólo con la tradición prehispánica, sino también con el clasicismo y la escultura moderna.
Ante sus planteamientos no hay una solución ni una interpretación absoluta, hay propuestas que cada quien acepta o rechaza. Del Olmo no desea llegar al límite último de la escultura sino abrir su horizonte, ampliar nuestro concepto de lo que puede lograr la plástica cuando no se le somete a las limitaciones lingüísticas de la explicación, ¿qué puede más abstracto que la palabra y más concreto que la materia?
Publicado el 4 de julio de 1990 en Sábado de Unomásuno
Publicado el 4 de julio de 1990 en Sábado de Unomásuno