Piedra que cede, Gabriel Orozco, 1992.
La basura es el producto más distintivo de nuestra sociedad y tiempo. Ninguna otra época alcanzó tan alto grado de refinamiento para producir desechos como la nuestra. Esto se debe en gran parte a que el sistema de producción y consumo está orientado de tal manera que cada individuo produce en promedio varios kilos de basura directamente. En consecuencia, la basura de todo el país es un residuo que lleva implícita la idiosincrasia y huella cultural del mismo, por lo que no debe extrañar el que hoy la basura sea un ingrediente que juega un papel particular en el arte e inclusive el que haya modificado la naturaleza de éste.
La basura es el producto más distintivo de nuestra sociedad y tiempo. Ninguna otra época alcanzó tan alto grado de refinamiento para producir desechos como la nuestra. Esto se debe en gran parte a que el sistema de producción y consumo está orientado de tal manera que cada individuo produce en promedio varios kilos de basura directamente. En consecuencia, la basura de todo el país es un residuo que lleva implícita la idiosincrasia y huella cultural del mismo, por lo que no debe extrañar el que hoy la basura sea un ingrediente que juega un papel particular en el arte e inclusive el que haya modificado la naturaleza de éste.
La utilización de detritos como elemento del discurso del arte no es nueva. A través de individuos o movimientos los desechos han encontrado lugar lo mismo en la obra de caballete que en la escultura, en la ambientación o la instalación, como parte de arte de contenido social o como manifestación de una estética. Nuestra sociedad se distingue de otros entornos geográfico-culturales por la clase de basura que aquí se genera y las relaciones que la comunidad establece con ésta. Herederos de tecnologías obsoletas en los países industrializados, los mexicanos arrojamos al ambiente desechos no biodegradables y grandes cantidades de materia orgánica no aprovechada y mucho menos clasificada. El mexicano tiende a acumular en torno suyo todo lo que un habitante del Primer Mundo calificaría de basura. Desechos como papel periódico, madera usada, aparatos inservibles, ropa o muebles desvencijados llegan primero a las manos de pepenadores que se encargan de redistribuirlos entre sectores necesitados de la población o pequeñas industrias, haciendo de ésta una actividad lucrativa informal. En las calles es posible encontrar fracciones de materiales que pueden funcionar como materia prima susceptible de transformación y convertirse en elemento primordial de una obra. En consecuencia, el artista interesado en trabajar con desechos debe realizar una tarea de salvamento arqueológico para encontrar materiales de segunda que tengan un valor estético.
Por otro lado los desechos industriales (residuos de materias primas, maquinaria en mal estado, herramienta o insumos caducos) suelen convertirse en objetos útiles, transformados con gran inventiva en pequeños talleres artesanales. Es así como surgen envases y utensilios de hoja de lata que llevan impresas marcas registradas de productos industriales (como las tinas hechas con lámina de Jumex o el tapete de tiras de llanta que se encuentra en la entrada al hogar). Estos productos de una industria secundaria, a la que no se le reconocen los méritos de su habilidad inventiva, suelen ser apreciados en el arte por sus connotaciones populares pero también por la reinvención de forma y usos.
La existencia de desechos y su aprovechamiento es contradictoria; por un lado grandes cantidades de basura están diseminadas por la ciudad sin que a la fecha se haya establecido un sistema eficiente de recolección, reciclaje y aprovechamiento; al mismo tiempo, muchos residuos que en los países industrializados acaban como relleno de barrancas son reutilizados de mil maneras, algunas de las cuales reflejan la adaptabilidad de los individuos a circunstancias adversas y constituyen parte importante de la economía subterránea.
Tanto en países subdesarrollados como en los desarrollados, la basura es el modus vivendi de la mano de obra no calificada y de los sectores más necesitados, aunque se ha comprobado que a mayor nivel de ingreso aumenta la producción de desechos per cápita. De esta manera es posible afirmar que la basura constituye un reflejo inverso de la distribución de la riqueza en la sociedad y son los sectores de menores ingresos, los que más contribuyen al reciclaje de desechos industriales y domésticos.
La basura no sólo refleja conflictos de intereses, es un producto exclusivo del hombre y como tal, es parte importante de la cultura. La basura es una huella que describe con detalle las costumbres del individuo que la crea y de la sociedad que la produce. Su reciclaje con fines estéticos implica una crítica de los factores que intervienen en su producción. Dada la ausencia de valor que representa su existencia y acumulación pasiva, la b asura conlleva una serie de connotaciones negativas que se expresan en los diferentes significados que tiene el término basura en varios contextos. Basura es lo inservible, aquello que no tienen significado, aquello que carece de lugar, lo que no fue aprovechado, lo que no es atractivo, lo que resulta inconmensurable, lo que es reprobable y motivo de ocultamiento, es el sitio más bajo en la escala de valores, el caos. En términos psicoanalíticos, la basura es el reflejo más cercano al inconsciente. Su reciclaje en el arte no hace sino poner en evidencia aquello que de otra manera debería permanecer suprimido y olvidado.
Cuando dentro de la labor creativa buscamos una asociación azarosa que vincule dos elementos opuestos o que sublime una relación demasiado obvia, recorremos el basurero de nuestras experiencias con un imán que atrae los elementos menos ponderados por la razón o la conciencia. Este fue el método utilizado por los surrealistas para incorporar objetos encontrados. Pero también existe la posibilidad de reciclar ese objeto dentro de un contexto diferente (como el caso de la obra de Marcel Duchamp), como demostración de una calidad estética particular (Arte Povera) y –más recientemente- como un desecho de la memoria que sintetiza el proceso mental y artístico de descubrimiento-ensamble-red (véase Piedra que Cede, de Gabriel Orozco).
Publicado el 17 de diciembre de 1992