En términos generales, escultura y pintura han seguido en este siglo caminos paralelos. A diferencia de la arquitectura, que por su funcionalidad y costo se ha visto acotada, esas dos disciplinas se embarcaron en propuestas que desde la modernidad interrogan los fundamentos de su propio quehacer, su presencia en un contexto histórico-social y las ideas.
Es evidente que cada rama del arte tiene, por sus propias características, un reto diferente que abordar y por ende sus soluciones y propuestas les confieren cierta personalidad única, así como un campo de acción.
La escultura ha recorrido un camino propio que ha pasado por etapas tales como el ocaso del concepto estatuario, el rechazo a la creación de imágenes para concentrarse en la producción de objetos, el énfasis en el espacio externo que envuelve a las piezas y el acento en la interioridad, por mencionar algunas búsquedas. La escultura mexicana reciente ha demostrado proclividad hacia el trabajo con materiales en su estado natural, aprovechando como elementos expresivos y de contenido las texturas, pátinas y formas que imprime el medio ambiente sobre la piedra, el tronco o las fibras naturales. Los escultores tampoco han sido ajenos al trabajo con materiales de desecho o de uso cotidiano y naturaleza efímera.
Los criterios para la incorporación de materiales naturales a la plástica tridimensional varían desde el objetualismo (el ready made, la escultura minimalista) hasta la instalación, como prueba del interés por trabajar en el espacio o cuestionar el sentido de la escultura.
Las esculturas del colombiano Carlos Ríos pueden ser comprendidas dentro de este contexto. Lo más notable es que hayan sido producidas dentro del taller de Talla en Madera de la división de Estudios de Posgrado de la ENAP, en la antigua Academia de San Carlos. Notable porque el escultor colombiano trabajó en un taller donde el procedimiento tradicional es modificar el material para conferirle una forma expresiva. Pero también alentador es el hecho de que el alumno tenga su propia concepción y encuentre medios y herramientas que le permitan trabajar en ese sentido, dentro del taller que dirige la maestra Leticia Moreno.
Como buen escultor, Ríos parte del conocimiento intuitivo de los materiales y visualiza la estructura de la escultura simultáneamente desde cualquier punto. Son estas capacidades las que le permiten dejar en segundo plano la concentración en el trabajo de masas y superficie, para hacer explícito su interés en la noble estructura de la madera en sí.
La transparencia de su trabajo nos permite un acercamiento estrecho a la forma en que surge a las preocupaciones de la escultura contemporánea.
Imaginemos a Carlos Ríos ante los troncos que constituyen la materia prima de su trabajo. Lo primero que llama su atención es el principio de verticalidad, primordial en la tradición escultórica. El mismo material lo remite a considerar raíces y ramas como elementos de interrelación con la tierra y el cielo, lo cual define el espacio donde existen como restos de un proceso orgánico y esculturas. Al hacer conscientes estas propiedades, el artista ha logrado conceptualizar una escultura que se define sin necesidad de modificación alguna en su estructura.
La forma externa del tronco ha resuelto el primer requerimiento. Pero ¿qué sucede con la dimensión interna del mismo? El corte de la madera revela los anillos concéntricos que dejan las diferentes cortezas del árbol por cada año de existencia. No es una superficie más (diferente en formas y estructuras a la superficie del tronco), sino que se trata de un corte que expone lo que a simple vista no es posible observar; revela una estructura concéntrica y, si el artista desea respetar la estructura natural debe encontrar una forma de completarla o continuarla. Carlos se enfrenta a la tarea de crear tomando como base el patrón sistemático ya dado por la madera misma. Para lograrlo, echa mano de materiales ajenos que por su maleabilidad le permitan simular y –en ocasiones- completar ese sistema de crecimiento natural. De ahí los alambres de cobre y acero que continúan la estructura ya ausente del tronco, ya sea prolongándola en el espacio o por medio de la integración sujeción de las partes del tronco; prolongaciones que sólo pueden tener lugar en las tres dimensiones.
Pero su trabajo no termina aquí. Es importante resolver la competencia por el espacio que libra la escultura con otros objetos o personas. Cada pieza debe sostenerse por sí misma, sin bases o pedestales. El objeto debe trabajar dentro de la gravedad a la que está sujeto al espacio entre cielo y tierra. Su poder expresivo depende de la medida en que provoque la interacción con el sujeto, por medio de su presencia inamovible. Resolver estas cuestiones implica no sólo un trabajo sobre el objeto mismo sino también en el entorno: planear su colocación en un espacio determinado.
Carlos colocó sus piezas en la galería con la intención de que el espectador abandone la dimensión desde la cual ve las cosas y se adapte a la escala de sus trabajos, que se elevan a un promedio de altura muy por debajo del nivel del ojo humano. Cada objeto crea su propio espacio. El inmenso tronco colocado a un par de metros de la entrada de la galería impone y obliga a rodearlo a cierta distancia, como una advertencia que obliga a recorrer en espirales el resto de la obra.
La posición de los artefactos impone recorrer el espacio de una manera diferente, con un ritmo condicionado por las esculturas y las prolongaciones de las mismas dentro del espacio, esto va a romper con la ambigüedad característica de la galería y creará un principio distinto: la escultura como proyección en el espacio.
Con la experiencia obtenida de este trabajo, podemos concluir que es posible trabajar la escultura con otro concepto que no sea el de la representación y al mismo tiempo sostener un diálogo con conceptos fundamentales de la tradición sin caer en lo evidente. La tarea de Carlos Ríos obedece a la interpretación de los ciclo de la naturaleza expresados en el corte transversal del tronco, donde se observa como la estructura crece del centro hacia afuera sin perder memoria de su origen.
publicado el 3 de marzo de 1990 en Sábado de Unomásuno
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