Xilografías de Gustavo Monroy





El Museo Nacional de la Estampa presenta dos exposiciones de sendos artistas mexicanos que han dedicado parte importante de su carrera a las artes gráficas. Me refiero a Gustavo Monroy, conocido por su trabajo gráfico –dibujos y xilografías. Desde que en 1988 vi sus xilografías de gran formato en la exposición Autorretratos Religiosos, establecí un vínculo  entre la obra de Gustavo Monroy y Philip Bragar por la sencillez y comunidad de temas existentes entre ambos. Hoy lo veo confirmado en una obra de Monroy dedicada a Bragar, que constituye un buen homenaje porque reconoce una influencia y a la vez la trasciende.

El trabajo que presenta Gustavo ofrece un cambio en la temática, pues ya no se trata del dolor y penitencia en vida, sino de la condena y expiación que conlleva a la muerte antes de la resurrección (tema del ensayo de Xavier Moyssen publicado en el catálogo). Mas no sólo se trata de un cambio temático sino también de una depuración de medios. La sinceridad del primero conlleva también la utilización más precisa de los segundos.

Las 17 obras que forman la exposición fueron impresas por el artista en su propio taller mediante una prensa hecha ex profeso para la tarea; una prensa que da cabida a planchas de madera de pino de 160 x 115 centímetros. El porque de este formato tan inusual tiene que ver con la intención de recuperar para el arte gráfico –particularmente la xilografía- algo de las características de la pintura reciente como puede ser la monumentalidad expresionista (opuesta a la individualidad de la estampa popular mexicana), el gusto por trazo amplio y hasta cierto grado el acabado  y el espacio negativo que acentúa la característica propia de la de la plancha de madera.

Además del problema de la prensa, Gustavo ha tenido que encontrar soportes que se adecuen al formato. Para resolver esto ha recurrido a un paño o tela sintética utilizada en la industria textil como forro de vestimentas y, al papel japonés hecho a mano, que le permiten acdecuar la estampa a las dimensiones del trabajo, sin necesidad de seccionar la impresión como solía hacerlo con su obra anterior.

Como artista e impresor de su propio trabajo, Monroy ha dedicado minuciosa atención a ambas facetas del proceso, lo que le permite obtener una factura muy personal en su obra. Ha combinado el concepto de línea única propio del grabado en madera –técnica muy utilizada en los siglos XV y XVII por Schonauer y Durero- con el bajorrelieve en madera al hilo, que también practicaban las culturas primitivas y que tanto influyo a la gráfica de Gauguin y Munch. Utilizando simultáneamente un dibujo positivo y negativo sobre la plancha, Monroy ha dotado a sus imágenes un carácter terriblemente juguetón, que acentúa con el uso de sellos de goma muy pequeños utilizados al azar en la composición.

Hay también en su obra algunas sofisticaciones en el proceso de entintado como es el hecho de limpiar ciertos detalles de la plancha donde se ha concentrado la plasta de tinta para dejar ver la veta de la madera y transmitir la sensación escultórica del trabajo.

Dos de las xilografías presentes en la exposición corresponden a los estados I y II de la misma imagen: una modelo desnuda. En ambos casos las estampas responden a una intención de registro de manufactura de la obra y como obra en sí. Como en el caso de Philip Bragar, es muy probable que Monroy esté más interesado en conservar la plancha en madera como un bajorrelieve que como un molde de obra gráfica.
El tríptico Reencarnación –una pieza impresionante por el simbolismo de las imágenes- muestra un rico trabajo de contornos que nos remiten a expresiones y técnicas populares (como sucede con las calaveras de José Guadalupe Posada), a la línea continua que usaran los artistas europeos de mediados y fines del siglo pasado (Vallotton y Beardsley) y a las siluetas recortadas y embozadas de Emil Nolde.

Al observar las obras de Gustavo Monroy, resulta sorprendente comprobar que la solución a problemas de la gráfica no radica en la complicación o en el buscar una solución forzada, sino en la sencillez y espontaneidad con que se adecuen los medios a la estampa.

Publicado en Sábado del periódico Unomásuno  el 21 de julio de 1991

No hay comentarios:

Publicar un comentario