Madurez


 “Me propuse descubrir el por qué de ello, y transformar mi placer en conocimiento.”
                                              Charles  Baudelaire

El placer es la base de la apreciación artística, pero no siempre de la experiencia estética y es sólo una fracción de la producción artística. El goce hedonista del arte desde cualquier punto de vista no siempre deriva en el conocimiento al que hacía alusión Baudelaire y esto provoca que gran parte de lo que hoy nos es grato disfrutar se convierta mañana en materia prima del instinto colectivo de perpetuación. El artista es en esencia un mentiroso que revela verdades, aquella que nos está dado conocer si podemos derivar de la experiencia estética un conocimiento.
A fin de cuentas si el propósito de apreciar el arte no es regodearse en él sino hacerlo parte de nuestra vida aprendiendo de él y confrontándose con él, entonces no interesa escribir sobre él tan sólo como una revelación personal sujeta a una casuística material o temporal, sino como una reflexión antropológica. Un sistema artístico en el que productores, distribuidores y consumidores participan, es un sistema de circulación de ideas y de discusión de las mismas. Pero no puede haber discusión en ausencia de interlocutores y mucho menos puede haberla cuando el artista actúa como un eremita que cumple aportando una dotación de símbolos, signos y enfoques. Cuando se coloca a la reflexión por debajo del placer (el placer de exhibir, el placer de ver), el sistema deviene en un infantilismo que no ofrece estímulos para un desarrollo y maduración de la colectividad.
He escrito y discutido sobre esa falta de circulación de ideas en el sistema, un sistema aquejado por una arteriosclerosis que le permite funcionar en un solo sentido: el de producir fama, reputación y carreras a costa del arte.
Si intentamos  rastrear los motivos de esta situación encontraremos que una parte decisiva  del programa se encuentra en el tipo de educación que recibe el estudiante promedio y los contenidos de la misma. La educación está concebida para reproducir una serie de conocimientos, mas no para cuestionarlos o por lo menos para diferenciarlos. La sensibilización o iniciación artística también está enfocada a reproducir modelos nunca a crear y cuando se pone en las manos de los educandos un medio que resulta ser un fin en sí mismo, se elimina la función primordial del arte que es pensar en lo qué significa hacer arte. Fundamentalmente el arte provoca en la mente un aumento de la capacidad para discernir, discernir lenguajes, formas, ideas, etcétera, pero ese discernimiento no se encuentra por sí en la obra de arte, ésta es tan sólo un vehículo entre dos o más mentes; por lo que centrar la discusión del arte en el objeto siempre conlleva el alto riesgo de desconocer lo que verdaderamente se está planteando.
Una segunda causa de la ausencia de circulación de ideas a través del arte es la forma misma en que funciona el sistema de producción y distribución artísticos, que ponen mayor énfasis en las habilidades técnicas del productor y en las características aparentes de la obra, con lo que se dejan de lado aspectos torales para la discusión del arte como son: la relación de la obra con una colectividad, el vínculo entre arte y otras disciplinas, la relación entre estética e ideología y muchas otras cuestiones. Los productores y distribuidores de arte deberían estar más conscientes de las ideas que hacen circular pues son éstas las que dan las características distintivas a cierto tipo de conocimiento.
Ahora quisiera remitirme a un caso que me ha llamado la atención y creo que también la de otros que siguen al arte. Como es sabido, la primera y segunda generación de artistas nacidos en Cuba entre los 50 y 60 se ha ganado una sólida reputación internacional haciendo propuestas basadas en su mayoría en una reflexión sobre su ser cultural y sobre la naturaleza del arte. Cuba, un país con muy pocos contactos con el resto del mundo, se transformó en un caldo de cultivo que retroalimentó de tal manera a los cubanos que los llevo desarrollar en los 80 propuestas muy distintas con respecto a lo que sucedía en el resto del continente americano y del mundo. Este ejemplo viene al caso precisamente porque siendo México un país con fronteras abiertas y acceso a la información resulta inexcusable que la circulación de ideas diversas sea tan restringida. Parece como si en nuestro sistema artístico privara un criterio basado en lo que ya está comprobado que funciona  bien (como es el caso de la pintura de caballete); bajo ese criterio se dividen museos públicos y privados, galerías y uno que otro espacio independiente. No existe una red de galerías cuyo objetivo sea el de circular ideas a todos niveles, disciplinas y tecnologías. Y no existe porque los intereses comerciales privan sobre el intercambio de ideas, porque lo que más interesa es mantener la exclusividad de un producto artístico. A esto añadimos el que la crítica de arte se concentra en la descripción más que en el análisis y confrontación de ideas.
En suma, no podemos hablar de una madurez del arte mientras existan rezagos y negligencias que favorecen el goce sobre la posibilidades del conocimiento.

Publicado el 6 de febrero de 1993

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