Posdata. Oweena Fogarty



Estamos tan acostumbrados a la tradición que cuando la vemos citada en otro contexto no la reconocemos. Si la entendemos como un conjunto de configuraciones estéticas que marcaron el quehacer plástico durante siglos, estaremos viendo solamente la mitad del espectro; porque de hecho la tradición nunca es estática, continua cambiando mientras sigan emergiendo nuevas generaciones que deseen distanciarse de ella o citarla para crear otra estética, que con el tiempo pasará a formar parte de la tradición.

¿Qué es entonces la tradición? Básicamente la capacidad acumulada del medio artístico para expresar ideas por medio de la revelación de la forma en que una persona o una época ve el mundo. Hasta hace poco –digamos principios de los 80- los estándares de excelencia del modernismo –establecidos arbitrariamente- y, la conciencia crítica de sus propias limitantes, provocaron que aceptáramos las ideas estéticas canónicas como algo incontrovertible.

Lo más interesante que nos ha traído la revuelta estética-artística de la última década ha sido la conciencia de que no existe estética alguna que pueda ser independiente de la tradición y, la conciencia de que cualquier nuevo intento por redefinir una  visión del mundo a través del arte es relativa y nunca seá cabal.

Ya había dado por concluida la serie de artículos que dediqué a las fotógrafas y el desnudo, pero el hecho de haber pasado por alto el trabajo de Oweena Camile Fogarty me obliga a escribir esta posdata.
Oweena llegó a México hace algún tiempo para seguir una especialidad en lengua española y se ha quedado entre nosotros para enriquecer con el lenguaje de sus imágenes la lectura de las tradiciones culturales, particularmente las visuales.

Su curiosidad por los espacios, las personas y la estética mexicana se ha visto satisfecha a través de series de fotografías, de las cuales son de mi interés las que publicó Sábado en su edición 641 del 13 de enero de 1990. (Oweena también ha expuesto sus trabajos en el Salón de la Plástica Mexicana y otros recintos).

Las fotografías publicadas en este suplemento fueron producto del recorrido de la fotógrafa por Tacubaya; sus vecindades, cantinas, pulquerías y su barrio, según refiere Josefina Estrada en la presentación de las mismas.

La tradición se alimenta de la no-tradición para seguir existiendo. Esto puede apreciarse claramente en las imágenes creadas por la fotógrafa en las que el desnudo femenino tiene un tratamiento innovador, que resulta atractivo e interesante por su doble virtud de ser iconoclasta y fiel a los cánones de representación del arte sacro.

Lo tradicional en estas imágenes es el tema; una mujer (Yolanda López) que hace las veces de mártir crucificada en el Calvario de la azotea de un hotel, sujeta a un martirio como el de san Sebastián, al pie de una escalera, dirige su mirada hacia el cielo como una Magdalena arrepentida.

La sustitición del canon tradicional de la representación del sujeto femeino por una estética contemporánea propia del feminismo, queda expresada en las condiciones materiales en que Oweena sitúa a su modelo. El desnudo aparece rodeado de vestigios de una sociedad capitalista tercermundista, con referentes barrocos y populares. Chimeneas, símbolos inequívocos de una sociedad industrial, antenas y cables que contaminan visualmente y azoteas desoladas como desiertos postindustriales, son los signos que incorpora Oweena a su lenguaje y que paradójicamente dan vitalidad a la tradición de temas y configuraciones cristianas, cuya herencia resulta tan definitoria para nuestra cultura.

El desnudo femenino presente en las fotografías de Oweena constituye una relectura de la hagiografía “culta”. En ese sentido parten de la tradición sin ser tradicionalistas. Son, en el sentido más genuino del término, populares; con una contemporaneidad que podría calificarse de iconoclasta pero que podría considerarse parte del canon en cuanto muestra los modos genuinos de  ver que revelan el aquí y el ahora de la artista  y la fotografía.

Publicado en el suplemento Sábado del periódico unomásuno, el 15 de diciembre de 1990.

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