Sexualidad y religiosidad / III

La función de las artes plásticas es llenar una ausencia con el simulacro de una presencia. El artista contradice la ley de lo visible: deja ver lo que no está presente. Sexualidad y religiosidad son dos conductas siempre presentes aunque no siempre podamos verlas, forman parte del aura de un individuo y la cultura.

Los mensajes emitidos por los medios masivos tienden a obviar este par de comportamientos a través de una serie de clichés pero al artista le interesa conservar el misterio de ambos y hacer visible el proceso de convertirlos en forma.

Ese proceso de encodificación de dos actitudes humanas básicas ha sufrido cambios epistemológicos a través de la historia, acordes con la manera en que el artista emprende la tarea de hacer visible lo ausente. El artista primitivo sólo respondía al cómo de la representación sin cuestionar el origen o validez cultural de su trabajo. El creador del Renacimiento tenía que descubrir los secretos del Universo para ofrecer una representación casi perfecta de lo que era el comportamiento humano y del Universo mismo. Pero para el artista contemporáneo la clave de su trabajo está en cuestionar la propia creencia, los medios por los que ésta se expresa y, confrontar la ausencia del pasado con el presente.

En el arte que conjuga lo religioso con lo sexual el cruce de referencias resulta obligado porque ya no existe la certeza de que existe una sola explicación aplicable a todo el Universo, ni que la religiosidad pueda expresarse mediante los cánones representativos de un solo culto. En la plástica contemporánea existe una urgencia de reencontrar el pasado –arcaico o inmediato- y materializarlo en el presente a través de una multiplicidad de formas o de una manera específica que sintetice una variedad de puntos de vista.

El tema sexualidad-religiosidad adopta representaciones en la actualidad que, aun cuando puedan resultar opuestas, ratifican la inveterada necesidad de definir culturalmente la relación cuerpo-espíritu.

Es posible que en el trabajo de una artista esa relación tenga un cariz mágico, en la que una convención sirva de catalizador para unir dos elementos al parecer opuestos: lo profano y lo sacro; pero también existe otro tipo de obra que se aleja de las convenciones y produce sus propios símbolos para manifestar la unión de lo sexual y lo religioso. El hecho fundamental es que la angustia o curiosidad por lo desconocido o el absoluto vuelva a plantearse en términos artísticos. Y que este planteamiento tome la senda de la religiosidad a través de la sexualidad.

Hoy por hoy el problema del porqué de nuestra existencia regresa al terreno de lo mítico y vuelve a adoptar formas ya vistas en asociaciones hasta ahora desconocidas. Es posible afirmar que actualmente se mezclan en el arte la noción de culto religioso que motivó a las culturas clásicas y la idea de que la sexualidad es parte fundamental del culto. En otras palabras, el comportamiento instintivo es depositario de una religiosidad cuyo fin no es Dios o el absoluto sino el culto mismo, la necesidad de crear mitos que sostengan el ciclo vida-muerte.

Si la religión se creó por la necesidad de ubicar lo desconocido fuera de nosotros, hoy lo desconocido está en el hombre, y la expresión de esta realidad a través del cuerpo se da en el comportamiento sexual, por ser algo que a la vez es innato y aprendido.

La muerte como par opuesto al sexo-creador de vida es el tema que mayor número de controversias (y por tanto propuestas estéticas) ha provocado en la cultura contemporánea. La necrofilia, la mutilación o los ritos iniciáticos siguen ocupando un perfil muy bajo en las artes porque se considera que su obscenidad atenta contra el ideal de belleza que ha perseguido el arte occidental durante siglos. Sin embargo, el análisis del pasado ha rescatado a la representación de la muerte como un contrapeso necesario para el egoísmo y hedonismo de la cultura reciente. De manera que la muerte vuelve a ser –en algunos casos- la expresión límite de la unión entre sexualidad y culto religioso.

Entre las aportaciones del tratamiento que ha tenido lo sexual o religioso en el arte actual, encuentro una especialmente destacable: la asimilación del pensamiento mítico y la conducta ritual en un momento histórico en que las ideologías desfallecen. Esta temática abre las puertas a una reflexión sobre la cultura y el hombre, que resulta fundamental para imaginar la reorganización de las sociedades en una pluralidad que reconozca a cada individuo o etnia el decreto a crear una diversidad de prácticas y expresiones artísticas.¿Cómo asegurar que podremos convivir con la diversidad de las nuevas sociedades multiculturales?

Publicado en el suplemento Sábado del periódico Unomásuno el 21 de septiembre de 1991

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