Si bien es en el sector productivo de las artes donde se plantean y resuelven las incógnitas respecto a una posible identidad social y cultural, el análisis de la escena artística visual no estaría completo si no revisamos el papel del sistema de distribución y promoción de las artes visuales en México.
Para la mayoría de los egresados de las escuelas oficiales y autodidactas, la única forma de entrar al sistema de distribución profesional es a través de los certámenes y concursos patrocinados por el Estado a través de sus diferentes órganos culturales.
Estos certámenes suelen estar dedicados a la memoria de los pintores oficialmente reconocidos como valores nacionales. Rivera, Tamayo y Orozco. Hasta hace poco tiempo los llamados Salones Nacionales pretendieron aglutinar mediante criterios no siempre establecidos la producción de las nuevas generaciones, dado que los artistas establecidos no ven en ellos ninguna ventaja para sus carreras. Existe una muestra nacional de Arte Joven que pretende uniformar los géneros de artes visuales en una sola muestra tan ambigua como su título. Probablemente ni participantes ni organizadores se han percatado del relativismo y confusión que provoca el adjetivo joven. Sobre el particular pienso que en el futuro se verá la necesidad de crear instancias de exposición que respondan a contextos específicos e ideas representativas de un modo de ver (véanse las exposiciones que ha generado Guillermo Santamarina en La Casona: “La Naturaleza Simbolizada”, “Materia prima”, “Registro Forma Uno”).
Como en cualquier otro mercado, las tendencias favorecidas por el sistema de galerías son fijadas por el naciente coleccionismo (tanto el pasivo –aquel que compra por comprar- como el activo, aquel que compra después de informarse y evaluar lo que ve). De las pocas galerías –no más de 20 de las 300 con las que cuenta la ciudad de México– que apoyan una visión particular de las tendencias contemporáneas, su existencia depende de las ventas de obra de artistas reconocidos, a lo que llaman mercado secundario. Por tanto, no deja de sorprender el hecho de que los artistas con propuestas notables sobrevivan de la escasa venta de su obra y de las becas otorgadas por el gobierno.
Los museos no están en mejores condiciones. Aunque son mantenidos por el Estado y agrupaciones filantrópicas, actualmente, y debido a la ola de privatización promovida desde la presidencia, están en busca del apoyo de las galerías establecidas, lo que da origen a un círculo vicioso en el que el museo apoya la carrera del artista y la reputación de una galería, la cual a su vez apoya al museo que sostiene sus puntos de vista.
Dentro de ese círculo son sólo unos pocos los que deciden –porque tienen los medios para hacerlo- qué tipo de arte representa al país en foros internacionales y qué corrientes deben tener la atención del público de casa. Este esquema se repite con ciertas variaciones en otros centros artísticos de Sudamérica; Brasil, por ejemplo, se ha hecho famoso recientemente por el impulso que ha cobrado la escultura conceptual y minimalista, mientras que México es más conocido en el exterior por una pintura de raigambre popular.
En el mercado interno han gozado de especial atención las tendencias no figurativas (la escultura geométrica, la pintura no representacional) y el expresionismo en sus dos vertientes: la de figuras primitivas o salvajes y la de formas orgánicas. Es importante reconocer estas derivas que llevan a asumir actitudes artísticas autónomas en lugar de discursos mexicanistas.
Cada vez más los artistas ven la producción del arte como una actividad de definición personal, lo que provoca una búsqueda en torno a la fenomenología de nuestro ser en el mundo.
En la medida en que las nuevas generaciones tomen el liderazgo y emprendan la difusión de su trabajo fuera del ámbito de identidad que marca el mercado, lograremos una renovada presencia más consistente e informada en el escenario internacional.
Fragmento de la ponencia leída en la Galería Latitude 53 de Edmonton, Canadá, con motivo de la Exposición Hecho en México.
Publicado en el suplemento Sábado del periódico Unomásuno, el 28 de octubre de 1991
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