A diferencia de los materiales tradicionales utilizados en las artes plásticas (pigmentos, aglutinantes, soportes, etcétera) que se adaptan a todo tipo de representación sin modificar en gran medida el fondo de la obra, los desechos provocan una percepción condicionada de la obra; no son naturales, su selección y existencia son en sí una declaración sobre el entorno en el que vive el artista; nadie podría intuir en qué medio surgen, de qué medio surgen las pinturas hechas al óleo o la escultura vaciada al bronce, pero sí podemos tener una idea del origen de la pieza si ésta está construida a partir de materiales de desecho porque sabemos de dónde provienen éstos y qué expresa su traslado a la obra plástica.
En el pasado reciente, los primeros intentos por abolir la indeterminación de los materiales y soportes tradicionales, fueron hechos por los llamados Grupos. Materiales de uso corriente en la escuela (borradores, lápices, esquemas, papeles), soportes encontrados en las calles (botes de basura, desperdicios de madera, etcétera) y técnicas no específicamente artísticas como la mimeografía fueron empleados en espacios urbanos que no eran los lugares tradicionales destinados a la producción y distribución de obra. La experiencia de estas células de artistas sirvió a dos fines: por un lado conjuntó una serie de experiencias individuales que habrían trabajado en la definición de productos estéticos no artísticos (como sería el caso del Arte Correo) y por otro lado, creó una matriz teórico-práctica que cuestionaría el papel de las artes tradicionales, sus procesos semánticos y –particularmente- el papel de materiales no convencionales en la realización de la obra.
En 1971, mucho antes que surgiera la propuesta de los Grupos, Felipe Ehrenberg comenzó a fotografiar las bolsas de basura que se acumulaban en las calles de Londres a consecuencia de una huelga de trabajadores de limpia. Diariamente salió con una lata de pintura blanca en la mano para marcar la dimensión de los desechos y luego fotografiarlos. El resultado fue un registro de la relación desechos-empleo-pauperización. En otro contexto, esta vez en la Ciudad de México, Felipe –quien también formó parte del grupo Proceso Pentágono más tarde- decidió terminar con el depósito clandestino de bolsas de basura frente a su casa en Tepito pintando con esténcil (técnica también favorecida por los Grupos) una Virgen de Guadalupe. El problema cesó y además, como ejercicio, pudo demostrar la relación desecho-fervor religioso y fetichismo visual.
Grupo Suma trazó una estrategia interesante. El oficio pictórico que por costumbre se exhibía en el contexto de museos y galerías fue llevado a la calle por medio de plantillas aplicadas en bardas, al tiempo que el trabajo con basura y desechos encontrados en las calles fue llevado al museo y a la galería. Una de las acciones frecuentes consistió en recoger latas oxidadas sobre las cuales se pintaban y engomaban imágenes religiosas para con ellas construir retablos, algunos de los cuales se exhibieron en el Museo de Arte Moderno. Ensamblajes y collages fueron realizados en las principales avenidas de la Ciudad de México, utilizando ropa, pedazos de madera, láminas oxidadas y todo lo que los artistas encontraban en su entorno.
En 1979, René Freire hizo para una exposición de Suma en el Museo de Arte Moderno de Guadalajara, un trabajo que consistió en un inmenso retablo sobre el cual arrojó literalmente cajas de basura, patinada por el tiempo y la acción de los elementos. El trabajo de los Grupos resultó muy ecléctico: en las instalaciones que realizaron se incorporaban fotografías de basureros, fotocopias de basureros, fotocopias de objetos desechados, neográficas hechas con las impresiones que dejaban con el frotado todo tipo de objetos y muebles netamente urbanos. Gabriel Macotela, Santiago Rebolledo, Paloma Díaz y Mario Rangel, entre otros, descubrieron para su época la potencialidad de la basura y la trasladaron a un lenguaje multimedia que resulta muy iconoclasta aún en la actualidad.
Carlos Aguirre, miembro del grupo Proceso Pentágono, continúa trabajando con materiales de desecho encontrados en la ciudad, reciclando ideas y objetos para diferentes fines temáticos.
El suyo es un caso interesante pues ha encontrado la forma de actualizar su obra al sintonizarla con los problemas y situaciones que vive la urbe hoy. En uno de sus trabajos más recientes titulado Los olvidados, Aguirre presenta el perfil de un trabajador urbano hecho con guantes de gamuza usados; mientras que en la instalación La región más transparente, el tema de la contaminación ambiental es presentado de manera cruda a través del corte longitudinal de un par de pulmones y capelos de cristal que encierran los detritos de la polución. Aquí los materiales usados actúan como pruebas fehacientes de una degradación ambiental pero también social.
Publicado el 24 de diciembre de 1992
Publicado el 24 de diciembre de 1992
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