Una casa ubicada en el barrio residencial de Polanco: en la sala tres pesadas columnas de madera con trenzas de pelo sintético colgando de una varilla y botellas rancias llenas de agua; un engranaje de madera colocado sobre el piso que hace girar una veleta en la habitación de servicio; una elegante mesa de terciopelo y lámina cromada con cepillos de dientes forrados de hoja de oro localizada en el comedor; en el baño un video que muestra a un hombre fumigando paredes; un dormitorio cubierto con cintas doradas y una alfombra de polvo; otra habitación pintada de negro cubierta con dibujos de figuras cómicas; el jardín intervenido con pequeños espejos montados sobre varillas . ¿Qué es esto? Es Temístocles 44, casa habitación tomada por tiempo indefinido por una docena de artistas emergentes.
¿Qué significa lo que vemos? Una lámpara de pared ilumina una palabra inscrita en el muro: visibilidad; caracteres islámicos adornan las paredes del patio trasero; el armario de la sala ostenta fotografías de imágenes televisadas de líderes políticos de todo el mundo (Yeltsin, Bush, Hussein) alternadas con figuras cómicas hechas de barro que ostentan órganos sexuales exagerados. Las imágenes e instalaciones no pertenecen al museo ni a la galería, en realidad su lugar es específicamente ese: la casa, el dominio de lo privado asaltado por la cultura, tomado por el arte, inventado por los artistas.
¿Cómo sucedió esto? He aquí una enumeración de los hechos: a) el grupo de artistas no surgió de la noche a la mañana, llevan meses reuniéndose una o dos veces por semana para discutir sus obras, ideas y proyectos; b) varias experiencias, apoyos, exhibiciones y actividades (la docencia en varios de ellos) les han permitido conocerse, reconocer el medio que habitan y encontrar formas de relación entre sí y el entorno (conócete a ti mismo y conocer el entorno son dos tareas indispensables para el artista contemporáneo); c) tienen la costumbre de poner por escrito sus opiniones y hacerlas públicas a través del boletín periódico Alegría, y d) tienen contacto con las artes a nivel local, nacional e internacional, por lo que sus planteamientos artísticos y estéticos forman una retícula de intereses e influencias de todo tipo, que deja ver en el conjunto una lucidez sobre el medio que manejan: las artes visuales.
Todas las obras que habitan este espacio doméstico tienen una característica: han dejado de lado la preocupación posmoderna por el pasado del arte y –por el contrario- parten de una posición desde la cual el problema del arte se centra en aspectos etnológicos de la contemporaneidad. La inmediatez de los planteamientos borra la línea entre arte y realidad.
En uno de los patios, formada con cadenas colgantes, un estribo de silla de montar, un martillo y un yunque, una instalación representa alegóricamente la estructura del oído medio. Estamos ante una representación de una mínima parte de la anatomía humana que quizá jamás habría formado parte de obra artística alguna. La pieza lleva a preguntar cuántas referencias de lo humano hemos desechado por considerar que su presencia no es relevante en el terreno artístico, cuántas facetas del cuerpo humano (centro de casi toda la tradición artística) permanecen ausentes en el arte. ¿Es posible sustraer al oído del discurso de las artes visuales? Conócete a ti mismo y reconoce el medio en que vives.
La actitud de aquellos que participaron en esta multifacética exposición ha sido apelar a los sentidos y no solamente a lo sensorial, sino también al sentido que nuestra mente da a las cosas y espacios que tienen una presencia recurrente en el espacio doméstico. Dibujos al carbón de enseres caseros (un destapacaños, un recogedor) aparecen colgados en la sala; una televisión en la que transcurre el video de un hombre fumigando apunta su pantalla al techo de la cocina, en el garaje una imitación de piel de vaca aparece estirada de pared a pared; los muros que enmarcan la chimenea han sido tapizados con estampas de animales de algún álbum infantil; el espacio de la sala ha sido intervenido con una caja alargada de formas onduladas que contrasta con los cuadros monocromos pintados sobre ventanas y pared. La esencia misma de la casa-hogar, caparazón del individuo y seguridad de la familia, ha sido trastocada con los mismos elementos que constituyen su utilidad: protección y diversión.
Las implicaciones internas de lo doméstico y lo cultural han sido retrabajadas con elocuencia, dando como resultado la subversión del espacio y los sentidos. Los títulos de algunas de las piezas logran enfatizar las dislocaciones: Hombre fortalecido por el conocimiento, Una historia de amor, El exterminador, Guilt Parade (Desfile de culpas), Apátrida, etcétera.
Esfuerzos como éste revelan que sí existe en nuestro medio una reflexión sobre hechos y situaciones actuales que anuncian un cambio en los discursos y prácticas artísticas agotadas.
Publicado el 15 de mayo de 1993 en el suplemento Sábado del periódico Unomásuno
Participaron en esta exposición: Damián Ortega, Rosario García Crespo, Abraham Cruz Villegas, Eduardo Abaroa, Fernando García Correa, Franco Aceves, Luis Felipe Ortega, Hernán García, Ulises García Ponce de León, Sofía Taboas, Pablo Vargas Lugo, Diego Gutiérrez, Daniel Guzmán. El espacio les fue entregado en comodato por Aide Rovirosa.
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