Rosemberg Sandoval: la representación de la patria





La sala del recinto Ex Teresa  se encontraba en penumbra, sólo algunas luces rojas que iluminaban los contornos de las columnas del antiguo altar.  Una masa negra de sombras de gente se arremolinaba sobre el podio en espera de que Rosemberg Sandoval iniciara el performance Des-montar la Re-presentación Patria.

Sandoval es uno de los artistas colombianos que ha logrado colocar su carrera como artista performance en foros y colecciones del mundo. Sus obras más conocidas, realizadas a partir de 2004, están vinculadas a la vida de los indigentes.   En esta ocasión el desarrollo de su presentación ante el público mexicano no fue la excepción. 

Las luces se encendieron y luego del deslumbrón se pudo observar la figura recia de Rosemberg, arrastrando un fardo blanco de peso considerable a lo largo de la capilla de la antigua iglesia. Vestido de blanco, como es usual,  el artista llevó el fardo hasta el centro del escenario.  Desenvolvió el bulto y  extrajo uno a uno los objetos, entre ellos estaba un hombre pobre de unos 30 años, vestido con pantalón y camiseta oscuros y botas bien calzadas.

Rosemberg es un artista que se formó, como algunos otros performanceros radicales, en la academia de arte.  Su práctica artística y su conocimiento de la historia está basados en las ideas  y estéticas utópicas del siglo XIX. En ese sentido su trabajo puede compararse a el de Jannis Kunellis, quien también se considera a sí un pintor del siglo XIX viviendo en el presente. Rosemberg Sandoval es un dibujante, un artista del dibujo poco usual.

Sobre la plataforma había cuatro asta banderas negras. El artista usó cada una de ellas para arriar primero una colchoneta amarrada, posteriormente una silla, luego una mesa de madera y un bulto de cajas de cartón.  Eran  objetos emblemáticos que sugieren pendones y gallardetes,  como los usados en las campañas políticas o en las ceremonias y lugares cívicos.   Mientras esto sucedía, el hombre anónimo yacía boca abajo en el piso frente al altar.

De origen humilde, Rosemberg Sandoval es un artista que según su propio testimonio fue miembro de la guerrilla colombiana donde ocupó un alto nivel estratégico desde joven.  Pronto se dio cuenta que los movimientos guerrilleros son los “más conservadores” entre los grupos de poder, sujetos a ideologías y estamentos jerárquicos inamovibles.  Al darse cuenta de esta situación, decidió dejar la guerrilla y tomar el único camino posible en el cual podía cambiar la situación político-social: el arte.  Rosemberg es “un ejército de un sólo soldado”.

Habiendo colocado los objetos-pendones, el artista comenzó a desgarrar la manta en la que había envuelto los objetos y con una de las tiras de tela amarró al hombre por los tobillos. A continuación sujetó el amarre a una polea y comenzó a tirar de ella para elevar el cuerpo del hombre frente al muro  hasta dejarlo completamente de cabeza y de espaldas al público, en una especie de Ecce Hommo.  La sangre se agolpaba en los brazos el cuello y la cabeza del sujeto.   La imagen final de la acción semejaba un altar religioso, en el cual la figura masculina era un reminiscencia  de  un Cristo colgado al revés, circundado por cuatro objetos comunes.  Las luces  comenzaron a extinguirse hasta dejar el recinto sumido en la  oscuridad.

La trayectoria de Sandoval sugiere un trabajo constante con la violencia.  Sus acciones están circunscritas a espacios bien delimitados,  que representan la institucionalidad artística o zonas marginales.  En  una de sus acciones más representativas de su trabajo,  Mugre (2001-2004),  Rosenberg introduce a un hombre en harapos, cargándolo sobre el hombro, al interior del Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá.  Con la parte posterior del cuerpo del indigente comienza a tallar las paredes del museo y posteriormente lo deposita en una plataforma blanca.  A partir de ahí comienza a tirar  violentamente de su cuerpo sobre la superficie, hasta dejar el rastro de algo que podría considerar un dibujo, una huella de la anatomía de un hombre. 

El artista señala que su trabajo con estas personas se limita a establecer un intercambio de “un favor por otro”.  Para esos hombres el participar en la obra les permite resolver el problema de la subsistencia por un día más. Para Rosemberg, la presencia de estos hombres en un recinto artístico le reconoce la dignidad al sujeto y se la devuelve al arte.

Las acciones del artista colombiano están determinadas por una variable tiempo-espacio-riesgo.  En algunas de ellas el propio artista ha puesto en riesgo su propia vida e integridad, como en Rose-Rose (2002); una acción en la cual destruye con sus propias manos un fardo de rosas rojas. La acción deja al artista cubierto con su propia sangre, que se funde con los pétalos de las flores.

En la acción realizada en Ex Teresa,  queda en evidencia que la imagen de la Patria, como concepto abstracto que representa a una Nación,  ha sido desmontada  y resignificada.  Ya no estamos ante símbolos históricos estilizados, sino ante realidades tangibles duras: personas cuyas vidas no tienen visibilidad en la historia y el presente de una nación. 

El acto para Rosenberg va más allá “de la ética y la moral”, pues según su opinión,  “el arte no puede dejarse llevar por estos aspectos” , su función es la libre creación de imágenes que lleven a considerar la Historia desde los individuos que la padecen.

Desde el punto de vista artístico, el artista afirma que su trayectoria no está ligada en modo alguno con otros movimientos como el Minimalismo o el Expresionismo, pues se trata de categorías ajenas a la historia del arte latinoamericano.  El suyo es un trabajo que implica “construir la historia con la historia misma”, dejando atrás el “exotismo de la podredumbre” que usan los circuitos artísticos internacionales para incorporar  la obra de los artistas latinoamericanos a su discurso etnocéntrico.

Para el artista, la instalación parte de la idea de crear un dibujo, usando el dibujo como una manera de reflexionar no verbalmente sobre la realidad, para darle una forma elocuente, mantener al público en vilo, mientras se crea frente a su ojos una imagen capaz de articular lo interno del sujeto con el objeto externo que pertenece a la realidad.

Más allá de la política de los grupos de poder, de la guerrilla, del arte, y más acá de lo político como expresión de la dimensión humana y su cotidiana presencia,  Rosemberg Sandoval ha creado imágenes duras, que conjugan el dolor y la determinación del artista de escapar de la representación, entregando al público lo más sustantivo que puede dar el arte: una experiencia de vida. 

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